Lecciones de la Huelga General en 2006: Relatos de un Participante

Conferencia impartida 16 de junio del 2025 a la Coordinadora Primero de Mayo de Boston

traducción e introducción de NS

Introducción

Protagonista del paro John Harris impartió la conferencia dentro del marco de un taller organizado por la Coordinadora Primero de Mayo de Boston (BMDC) en su empeño por profundizarse en las estrategias y tácticas necesarias para la lucha actual contra las redadas y deportaciones. Recordamos que la legislatura estadounidense fijó el Día de Trabajo en septiembre, no el primero de mayo, con el explícito propósito de ocultar la historia el movimiento por la jornada de ocho horas. En una vuelca histórica más que irónica, fueron los latinos que revindicaron los mártires de Chicago el primero de mayo en el año 2006: fue la primera huelga general que los Estados Unidos experimentara en más de un siglo. Millones de trabajadores cerraron sus fuentes de trabajo a lo largo y ancho de país: no sólo fábricas, campos y negocios pequeños, sino hasta la Puerta de Los Ángeles. Se editó la siguiente transcripción para recalcar ciertos aspectos y enriquecer el trasfondo que requiere lectores de la generación que entra en acción.

Siempre es prudente acercarnos a nuestro tema con fijar el marco histórico en que los sucesos ocurrieron. El año 2006 vio surgir un levantamiento generalizado de inmigrantes contra sus condiciones. Hoy se está dando algo parecido a aquellos tiempos, por lo que hacer comparativos será provechoso. Los participantes en el Gran Paro presentaron un pleito petitorio claro y sucinto y, como se hace hoy, las concentraciones callejeras fueron enormes. Lo que sucedió fue, de la noche a la mañana, la cámara baja de la legislatura federal osadía de usurpar el contexto legal en que los migrantes vivían: esa propuesta de ley en diciembre del 2005 proponía elevar de nivel civil a penal las violaciones de derecho migratorio, obligando sentencias mínimas de 10 años de cárcel para casos de documentos falsificados. Y no sólo eso, sino que la propuesta también abarcaba medidas draconianas que instaron miedo entre trabajadores migrantes y sus familias, amistades y comunidades de apoyo, lo que sembró un sentido de lucha entre sectores enteros de la población. Recordamos que las guerras contra Irak y Afganistán en ese entonces chiparon constantes protestas callejeras, alcanzando 300 mil en la capital de Washington en septiembre de aquel año. El movimiento pacifista espumó en los meses subsecuentes, hasta llegar en 29 de abril a cien mil en la Ciudad de Nueva York. Sólo dos días después la huelga general estalló a lo largo de los EE.UU. ¿A qué se debió? ¿Qué había pasado?

Pues en los meses del invierno al cierre del 2005 e inicio del 2006, las alianzas voluntarias en defensa de migrantes nacieron en todos los rincones —distinto de las agrupaciones que prevalecen hoy en día—. Fueron comunidades incluyentes de toda la izquierda; no excluían a nadie. Dichas alianzas comunitarias retoñaron con la primavera, en paralelo con las organizaciones tradicionales que aportan servicios y abogan por migrantes y refugiados. Las últimas tendieron a apoyar el Partido Demócrata y confiaron que ese aprobara un “reforma migratoria”. Fiaron en su sabiduría porque migrantes predominaron entre sus filiales. Sintieron que había ganado el derecho de portavoz y que su estilo de organización era la única válida, ya que las nuevas organizaciones abiertas no tenían bases para poner en duda su autoridad. Les quedaba claro que las voluntaristas no fueron legítimas, fijando un marco de antagonismo cuando las protestas brotaron ese invierno.

La primera gran movilización estalló en Chicago. La Coalición 10 de Marzo, agrupación espontánea y a propósito, organizaba inmigrantes documentados y no documentados, e incluía a la izquierda organizada. Alrededor de medio millón de personas se volcó a las calles ese día —inmigrantes, jóvenes y ciudadanos—. El dirigente destacado fue Jorge Mujica, además de otros que no tuve el placer de conocer. Presentaron al mundo un pliego petatorio sostentado en principios humanos, y apoyado por la mayoría del movimiento.

Conmovidos por la nueva ola, una alianza espontánea surgió en paralelo en Los Ángeles. De igual forma tomó la iniciatia para organizarse en el transcurso del invierno. Convocaron a una Gran Marcha para el 25 de marzo, y así pasaron a ser conocidos como la Coalición 25 de Marzo. Movilizaron a casi un millón de personas que llenaron el centro histórico de la ciudad. Desde el tamplete, levataron la idea para una huelga general nacional en el primero de mayo —a pesar de saber que en los EE.UU. esta fecha no es el Día del Trabajo—. La historia comenzó a desplazar a las organizaciones tradicionales, por lo que éstas respondieron con la convocatoria para una movilización a nivel nacional el día 10 de abril. Respondieron cientos de miles de personas a ese llamado, tomando las calles a lo largo y ancho del país: medio millón sólo en Dallas, cien mil en Nueva York, más grandes movilizaciones en San Diego, Atlanta, Nashville, Des Moines, Fort Meyers, San José, San Francisco, Denver, Seattle, Las Vegas, Boston y en docenas de otras ciudades. Probablemente sumaron a ¡más de un millón en total! Se autonombraron como Somos América —con el nombre en español—. Estas acciones fueron la consecuencia de una crisis social profunda a punto de estallar, y hoy en día estamos frente a un aprieto de dimensiones similares.

Los partidos Demócrata y Republicano angustiaron un desequilibrio profundo, y el Partido Demócrata no logró frenar el asalto, sino ¡lo fomentaron! Tal y como se da hoy en día, los trabajadores, oprimidos y jóvenes enfrentaban una sociedad profundamente polarizada, por lo que tuvimos que tomar las riendas en el asunto. Una diferencia clave con aquellos tiempos es que el fascismo no contaba con tanto poder de convocatoria, y el surgimiento de un movimiento fascista amplio se alejaba en comparación con la fuerza que goza hoy. Las estrategias actuales deben tomar en cuenta este cambio.

Surgió la Coordinadora Bostoniana Primero de Mayo (BMDC) en las semanas previas a la huelga general del primero de mayo, con resonancia en todo el país, e incluso en América Latina. El 10 de abril, diez mil personas habían movilizado en el parque emblemático de Boston, el Common, y el liderazgo tradicional local latino concebía que con eso fuera suficiente. La propuesta de Ley de Protección Fronteriza, Antiterrorismo y Control de Inmigración Ilegal de 2005 (H.R. 4437) se había aprobada por la Cámara de Representantes federal, pero en la cámara superior del Senado se retiró de la agenda —dando carpetazo a la iniciativa—, por lo que estos líderes que llamo “tradicionales” sintieron refrendados en su miopía con los políticos. En cambio, el liderazgo de la nueva ola en Los Ángeles y Chicago exigía amnistía, medida que otorgaría residencia permanente e inmediata a todos y cada uno de los indocumentados.

Para sí, la lucha no se acabó, sino todo el contrario: apenas comenzaba. La alianza en Los Ángeles lanzó una convocatoria nacional para el primero de mayo instando: ¡No trabajar! ¡No ir a la escuela! ¡No comprar! ¡No vender! ¡Únete al boicot! Aquí en Boston, los líderes tradicionales locales y las organizaciones no gubernamentales recomendaron que las comunidades locales se movilizara el primero de mayo por separado: nunca en calidad de huelga general y jamás movilizándose de forma conjunta. Se oponían a la huelga general hasta el momento en que fue inevitable porque el tsunami los arrastró. Fueron jóvenes radicales, en su mayoría socialistas de diferentes tendencias, que fundaron nuestra Coordinadora bostoniana. Me acercaron y me preguntaron si estaba de acuerdo o no: un ultimátum con un sencillo Sí o No. ¡No estaban en ánimo de escuchar rollos esotéricos! Sergio Reyes y yo nos unimos, bautizándonos como el “Club de Pecadores” por ser los de mayor edad y antigüedad que decidimos respaldar la huelga general.

La Coordinadora se instituía en una reunión de nueve personas, pero de manera vertiginosa creció hasta incluir 25 organizaciones. La mayor parte de la izquierda organizada se unió; sólo unos pocos grupísculos socialistas y comunistas que por completo. Otro par de otros grupos se picaron en el último momento, en la mea víspera del día primero. El reconocimiento amerian los anarquistas porque se sumaron desde el principio. Sergio Reyes genió el nombre “BMDC”, habiendo tomado el tiempo para meterse en internet a buscar un nombre inédito. Él se convirtió en portavoz, debido a su historia de estar encarcelado y torturado en Chile durante la dictadura de Pinochet; luego consiguió asilo político aquí en los EE.UU., donde llegó a encabezar un grupo llamado Latinos por el Cambio Social (LSC).

La Coordiandora procedió a convocar a huelga general y aprobó apechugar el llamado a acción que salió de Los Ángeles, adoptando estas demandas a la condición local y añadiendo una adicional. Tramitamos el permiso para reunír en el Boston Common, e incluso ofrecimos entregar a cualquiera de los grupos tradicionales el permiso con el propósito que ellos tomasen cargo de la organizaran del evento: todos se negaron rotundamente. Las negociaciones con las autoridades las manejaron principalmente los socialistas Kaveri Rajaraman y Hank Gonzáles. Contribuí un tantito, parejo con otros que echaron la mano. La convocatoria se difundió en cuatro lenguas a miles de personas. Miles respondieron, movilizándose en el Common. Un respetable contingente de 500 o más militantes dirigido por anarquistas marchó desde la ciudad conurbe de Cambridge hasta el Common donde se incorporó a la concentración halagado con la consigna “¡Primero de Mayo, Paro Nacional!” Sergio fungió como Maestro de Ceremonias; a mí me eligieron para manejar los medios en inglés y para los medios en español a Roberto Torres. Fox News me entrevistó y Roberto salió en Univisión. El Gran Paro movilizó a varios millones por todo el país, paralizando incontables negocios. Fue la culminación de una vasta insurgencia popular que permeó al país durante el invierno y primavera de 2005 a 2006. La consigna medular fue amnistía para todos los migrantes indocumentados. El Gran Paro —también conocido como el Día Sin Inmigrantes— fue convocado y apoyado por muchas organizaciones de todo el país, incorporando no sólo indocumentados y no ciudadanos, sino también amplios sectores de la sociedad general. La organización jerárquica y basada en identidades que los liberales favorecía fue superada por modelos de organización amplios, inclusivos y democráticos. Las ciudades de la costa del Pacífico, las Rocosas, así como Chicago y el resto de la cuenca del Misisipi movilizaron bastante más gente que por estos lares orientales, porque la costa atlántica padecía el lastre de líderes más moderados. El Partido Demócrata cumplía con su rol de obstáculo principal contra la huelga general y continuar la lucha en estos rumbos. En cambio, Los Ángeles movilizó un millón de personas en el mero centro a mediodía del lunes primero de mayo. Fue notorio el sectarianismo de parte de la dirección del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU) en convocar a una manifestación independiente al otro extremo de la urbe de Boston que jaló a diez mil personas.

Ahí es donde vimos en caliente el alcance de al mano de los políticos, ya que se empeñaron en dividir a la clase trabajadora, pero los camioneros o troqueros del puerto de Los Ángeles ingeniaron un plan distinto. Cerraron cada una de las terminales del puerto más concurrido del hemisferio occidental, ¡cerraon todas y cada una de las terminales del Puerto de Los Ángeles! En su calidad de trabajadores, solidarizaron con el movimiento de la clase trabajadora amplia que en esas horas se concentraba tanto en el centro de la ciudad como en todo el país. Los líderes que encebezaron el Gran Paro en Los Ángeles fueron, hasta dónde llega mi conocimiento, Jesse Díaz, Gloria Saucedo, Javier Rodríguez, Ernesto Nevarez y Elva Salinas, jugando un papel clave en movilizar a muchos que vinieron desde San Diego y lugares más alejados. Desde enero del 2006 Jesse había planteado la idea de una huelga general para el primero de mayo, y el 25 de marzo Gloria Saucedo lanzó la convocatoria a huelga general, o “Gran Boicot Americano”. Elemento clave en el éxito angelino fue la campaña mediática que Javier Rodríguez coordinaba. Las estaciones de radio en español popularizaron la campaña a diario, donde el locutor “Piolín” encabezó la carga. Ernesto Nevarez jugó un papel fundamental en el esfuerzo por cerrar el puerto de Los Ángeles.

Cabe destacar que Ernesto, despachador de camiones en el puerto, era anarquista, y seguro que todavía lo sea. Profesora en una universidad de San Diego Elva Salinas mostraba asombrosas habilidades organizativas, ayudando a darle al movimiento un carácter regional más allá de la megalópolis. Estos cinco líderes fueron hispanohablantes, y cada uno andaba en su mero mole. Dirigieron un equipo de personas impresionante, quienes conformaban un equipo de lucha formidable. Cada uno merece mayor reconocimiento, pero lo medular para el tema que toca hoy consiste en comprender que involucraron a cientos de personas en un único esfuerzo organizativo para movilizar a un millón de personas en Los Ángeles el primero de mayo.

Mi primera oportunidad de conocer a Jesse y Elva fue al principio del verano en un congreso en Virginia organizada por un activista chino de Los Ángeles, Lee Siu Hin; Jesse y Elva vinieron en representación de la Red Nacional de Solidaridad con los Inmigrantes. La BMDC invitó a Jesse Díaz para dar unas conferencias y lo llevamos de gira por toda la zona metropolitana, lo que redituó en difundir la existencia del movimiento californiano. Sin embargo, no logramos reunir un movimiento fuerte en la costa atlántica en 2006 porque los seguidores del Partido Demócrata tomaron la dirección. Jesse hizo la propuesta para una marcha a la capital en Washington, pero la izquierda organizada no respondió de manera adecuada, y los de la costa pacífica no asentaron basees sólidas en Nueva York o Washington. La izquierda de la costa este estaba demasiado balcanizado como para estar la talla, y muchos estaban ocupados de lleno emprendiendo las movilizaciones pacifistas en contra de las invasiones estadounidenses en Irak y Afganistán.

En las elecciones de noviembre del 2006, los Demócratas depojaron los Republicanos de ambas cámaras del Congreso, y luego tomaron el timón del movimiento huelguista en la costa este. Los líderes californianos se desmoralizaron, al igual que los de Chicago en la zona interoceana. Aquellos comisios reventaon el globo del movimiento. Finalmente en 2012 la izquierda y los centristas se unieron para hacer protestas de masas en la calle frente a las oficinas de campaña del presidente Obama por todo el país. Más adelante, se creó la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia —la infamie DACA—, que fue nuestro único logro durante los ocho años del mandato de Obama. Obama terminó su gestión conocido como el “Deportador en Jefe”, deportando a más inmigrantes que el descarado y racista Donald Trump en su primer mandato. ¡Fíjate en las estadísticas!

La perspectiva actual

Retomando las perspectivas para organizarse ahora: son bastante buenas —eso es lo que veamos hoy en día—. Y la lección que sacamos del 2006 es que las acciones de masas son el elemento clave para frenar la ofensiva contra los migrantes y los trabajadores en un sentido amplio. Casi siempre los avances sociales fundamentales que benefician a las masas trabajadoras se logran por medio de movimientos sociales de masas. Movimientos de amplios sectores de la clase trabajadora son los entes que ponen en jaque la legitimidad del orden social establecido, porque humanizan a las cantidades de personas que ven los aspectos injustos y opresivos del sistema y, de postre, estén dispuestas a hacer algo al respecto. Se abate el miedo cuando se incorporan a los miles que comprenden la necesidad de comprometerse y ser coherentes. Se abra la libertad de expresión para discutir y sopesar opciones sobre qué hacer y cómo seguir implicados. Las victorias duraderas sólo se logran a través de la acción de las multitudes.

El impulso que la acción de las masas induce es lo que inspira confianza porque apalanca a derribar las barreras artificiales que se han puesto entre los migrantes y los nacidos adentro de las fronteras impuestas por los países. La historia demuestra que estrategias de acción de masas son lo más efectivo para politizar, consolidar y organizar las fuerzas necesarias para lograr nuestros objetivos. Por lo tanto, nuestras actividades no pueden quitar el dedo del renglón a involucrar al mayor número posible de personas. Dicho de otro modo, los grupos reducidos de héroes decididos o gurús bien conectados no tienen la capacidad para sostener el trabajo a largo plazo. Para reunir a los trabajadores, independiente de su país de nacimiento, y lograr conquistas duraderas, el mejor ejemplo a seguir es el del movimiento de masas de 2006: debemos organizarnos en torno al objetivo central de obtener residencia legal permanente inmediata para todos y cada uno de los inmigrantes indocumentados.

Lo correcto en la encrucijada actual es exigir un fin tajante a las redadas y deportaciones, así como la liberación inmediata de los detenidos. Debemos oponernos a los muros fronterizos y a todas las leyes que criminalizan a los migrantes. A la vez debemos difundir lo más amplio posible el hacerles chivos expiratorios es un ataque frontal diseñado a debilitar todas las comunidades en la clase trabajadora. Nuestros derechos, salarios, acceso a salud, oportunidades educativas y condiciones de vida se ven reducidos por las divisiones sembradas por la xenofobia y el racismo sistémico en aumento en los EE.UU. Va en detrimento no sólo de la clase trabajadora estadounidense, ¡sino también a su par en México! Oponerse a todos los muros señala también al gobierno mexicano que doblegó a la consigna trumpeana en su primer turno a “construir el muro y México lo pagará”, porque eso es justo lo que suscedió —no más que el muro no se construyó con millones de ladrillos sino con miles de tropas mexicanas desplegadas a lo largo de sus fronteras norte y sur—. Este giro político aumentó la ya de por sí creciente militarización de la vida civil en extensas regiones de México.

Debido a las fragmentaciones demoledoras que nos imponan, es importante que nuestro movimiento exija igualdad de derechos, equidad salarial y condiciones laborales iguales para todos los trabajadores, sin importar su país de origen. Fin de despidos por estatus migratorio. Favorecemos, al contrario, empleo para todos con un salario digno, así como de vivienda pública, atención médica, guarderías, educación y otros servicios sociales vitales. Estas demandas de manera intrínseca se vinculan a la lucha por los derechos migratorios. No, no esperamos ganar todo de una vez, pero tampoco podemos dejar de lado ninguna de estas exigencias porque, con cada victoria, apresuramos hacia adelante. Como dijo el orador contra la esclavitud Frederick Douglass en una conferencia en 1857: “el poder no concede nada sin una presión. Nunca lo hizo, y jamás lo hará.” Es tan cierto hoy como fue en el siglo XIX. Los angelinos tuvieron una estrategia de acción de masas y reivindicaicones claras y arraigadas en principios humanistas. Los chicagüenses igual. En esa testadura, lo que llamo yo las políticas organizativas para la construcción del movimiento aportan la coherencia y cohesión necesaria para edificar una tendencia de masas y sostenible.

Políticas organizativas para la construcción del movimiento

El propósito de instar un movimiento masivo y sostenible obliga a desarrollar políticas organizativas de construcción del movimiento. La piedra de toque es una política de apertura a todos que estén de acuerdo con los objetivos y reivindicaciones. Cualquier organización que pretende contribuir debe ser bienvenida, ya que restringir la participación va en contrapelo de la experiencia histórica de movimientos sociales exitosos y deja el movimiento vulnerable a la agenda de las mismas fuerzas represoras, facilitando así el descarrilamiento. Tenemos que ser particularmente sensibles a eso en esta época en que los políticos buscan imponer una campaña antimigrante enmascarada de “más amable y suave” tras del cual disimulaba el presidente Bush hijo.

En cambio, un movimiento saludable que se levante une a las masas y gana respeto cobra fuerza por medio de claridad en sus argumentos políticos, estrategia y tácticas. No se debe poner trabas a los activistas actuales y futuros que comprenden la urgencia de involucrarse; al contrario deben ser alentados y acojidos como participantes, organizadores y tomadores de decisiones. Este es un elemento crucial para una estrategia de acción de masas, tal y como la política que se fijó en Los Ángeles en 2006. Las formas organizativas deben ser consecuentes con las encrucijadas sociales del momento, las posibilidades que se abran para ampliar el movimiento y el ritmo necesario para aprovechar la evolución en las relaciones de fuerza. El ritmo variará acorde con las pautas que se den en cada una de la gran diversidad de grupos que operan en las comunidades locales.

La toma de decisiones en un frente amplio tiene que ser democrática. Conforme crece el movimiento, su influencia se expande y las posibilidades mejoran, por lo que impera cada vez más una necesidad por reuniones de planificación abiertas, anunciadas con debida antelación y abiertas a todos que apoyan los objetivos del movimiento. Una toma de decisiones democrática —donde las lemas, estrategias y tácticas puedan ser debatidas y votadas—, maxima el impacto de los movimientos a favor del cambio social y ha fortalecido la capacidad de coordinar acciones de manera efectiva entre los niveles local, regional y nacional. La democracia ha demostrado ser irreemplazable para evitar y corregir errores. La democracia ayuda a corregir las políticas. No debemos pretender organizar un club exclusivo, sino organizar un movimiento social amplio e inclusivo.

Lo anterior significa que las asambleas y congresos abiertos, públicos e inclusivos son la manera indicada para convocar a acciones regionales y nacionales que afilian el mayor número de participantes, recopilando lo mejor de las ideas de los trabajadores explotados y sectores de oprimidos.

La toma de decisiones democrática en conferencias abiertas, públicas y amplias que convocan a acciones de masas regionales y nacionales ha logrado unir al mayor número de personas y recoger la mayor cantidad de aportes de los trabajadores y las capas sociales oprimidas. Las personas que participan en un proceso de discusión y toma de decisiones democráticas se sienten comprometidas con las organizaciones y movimientos que se están construyendo. A su vez, los organizadores de actividades y acciones de masas se sienten más implicados en respetar las decisiones tomadas, redituando así sobre la unidad, autoridad e impacto social del movimiento. En ese sentido, Jesse Díaz viajó por todo el país a lo largo del 2006 para visitar las alianzas existentes y fomentar un consenso en torno a la necesidad de exigir la amnistía migratoria (es decir, residencia permanente) y movilizarse el Día del Trabajo. Más tarde se realizaron grandes congresos donde se reconocía los líderes del Gran Paro que surgieron de esta forma de gestión.

Edificar un movimiento independiente, uno que no reciba sus órdenes de marcha de los políticos electos, es una directiva rectora en la construcción del movimiento. La acción política independiente de los dos partidos del gran negocio es lo que nos ha servido bien.

Jamás olvidemos que los partidos Demócrata y Republicano andan bajo el yugo de los grandes empresarios, y que son sus corporaciones patrocinadoras las que benefician de la súperexplotación de trabajadores inmigrantes. Los políticos aún tienen dominio acérimo sobre las mentes de muchos, donde el Partido Demócrata se empeña a cavar el camposanto de los movimientos sociales emergentes. Los cambios de opinión de millones, cuando acompañados de acciones de masas, suelen asentarse en cambios de política profundos y duraderos. En última instancia, las victorias las ganan las masas, y nunca jamás de la buena voluntad de “legisladores iluminados”. ¡Debemos ser nosotros los creadores de política! Nuestra energía no debe desperdiciarse en aconsejar a los ricos y sus senadores y congresistas sobre lo que a ellos les convenga, sino a aconsejar a los trabajadores, mujeres, juventud, oprimidos y explotados sobre lo que nos conviene a nosotros. Cuando las masas lideran, los “líderes” se enfilan.

La movilización continua y protesta masiva se ha vuelto a ser la “nueva normalidad”, y por medio de ellas se puede desplazar el equilibrio de poder a favor de la justicia. Agrego que es preciso, desde mi óptica, programar enfrentamientos recurrentes en contra de las instituciones y personas en posiciones de poder que profundizan, perpetúan y aplican ese sistema de represión estatal, xenofobia y racismo. Confrontaciones bien pensadas y cuidadosamente planificadas con estas instituciones y sus líderes ayudan a educar a la sociedad general sobre quién el verdadero enemigo es, agregando el sentido de urgencia. Sin embargo, las confrontaciones tácticas deben realizarse de manera que se dirige hacia la necesidad de organizar acciones de masas, y no como sustituto de ellas. Desafíos envueltos en campañas generales de divulgación y movilización masiva son muy efectivas. Y testamento de ello es el legado del titánico Movimiento por los Derechos Civiles de las décadas 1950-1960 que derribó el sistema de segregación racial conocido como Jim Crow y ganó la acción afirmativa. Lo vimos también en muchos otros movimientos sociales exitosos.

No es lo mismo que ceder ante la espontaneidad, ni tampoco apoyar cualquier táctica que anda en voga. Debemos esfuerzarnos a construir consenso en torno a confrontaciones callejeras gigantezcas y organizadas. En mi punto de vista, se diriga la ira contra símbolos de los centros de poder, apuntando a nuestros enemigos jurados en la élite del poder y sus instituciones represivas. Puntos de concentración ideales son ante sus puertas, en sus empresas, delante de los edificios gubernamentales, y en los centros históricos de las grandes ciudades donde se concentra el poder. ¡Ejemplar fue el movimiento Ocupar Wall Street! Además, una buena regla general a serguir es que las mejores acciones directas son las de masas y dirigidas a los poderosos, no a los trabajadores. En nuestros días, deberíamos esforzarnos a formar alianzas amplias que exijan justicia concreta a través de confrontaciones y movilizaciones de grandes concentraciones de gente.

Ciertos grupos proporcionan a los migrantes amplios y valiosos servicios sociales. Fíjate en sus planes y proyectos, sin dejar de contar con los propios. Busca por todas partes oportunidades para coordinar acciones conjuntas en turno a reivindicaciones claras y bien fundamentadas. Aplica la creatividad cuando acercas a toda clase organización, sobre todo los grupos con una orientación de lucha de clases. Empeñate en acordar tanto las peticiones como las actividades específicas y sus metas. Todo ello sin quitar el dedo del renglón sobre alianzas a largo plazo, ampliación de alianzas y acuerdos sobre los objetivos y acciones a futuro. El proceso de persuadir a la adopción de sestrategia de acción de masas y políticas organizativas dirigidas a la construcción de un movimiento lleva tiempo y requiere un resto de paciencia. Lo importante es que lo que hacemos vale más de quiénes somos y cómo nos identificamos.

Cuando Trump proclama que la lucha tiene que ver con ganar o perder, es una de las raras veces que tenga un discurso coherente. Ciertas ideas ganan y otras pierden. Las decisiones que tomamos pueden conducirnos a participar en la solución o bien, si no tenemos cuidado, a ser parte del problema. Millones han sido encarcelados o asesinados innecesariamente debido a las decisiones erróneas del movimiento. Cada uno forja su historia propia, y los enemigos principales son los egos propios. Las exigencias, la estrategia y las tácticas deberían trazar la línea que sigamos, no esos “líderes de confianza” y mucho menos los egos. Los líderes de Chicago y Los Ángeles se enfocaron en lo que fuera lo mejor para el movimiento y deberíamos dar continuidad a su noble ejemplo.

No se trata de los egoísmos

En Chicago, Jorge Mujica dirigió movilizaciones acorde con un ritmo semanal que llamarían la atención sobre la represión que caía sobre los migrantes. Llegó a ser reconocido y central al movimiento allá. No pretendo saber mucho sobre Chicago y en no más de un par de ocasiones tuve el gusto de conocer a Jorge. Lo que sí sé es que conducía eventos semanales en Chicago. Se enfocó en la visibilidad constante y la acción continua. De vuelta en Los Ángeles, Jesse se integró con el llamado “Proyecto Fronterizo” sobre la frontera con México que enfrenta a los Minute Men y sus seguidores pudientes que enciman sobre los pueblos fronterizos con pancartas y marchas. Jorge se unió con los voluntarios con conciencia, en especial los anarquistas y corrientes semejantes en la sombra de la cerca de vallas. Por todo ese tiempo iba conociendo a socialistas y comunistas. Participó en conferencias abiertas donde se tomaban decisiones sobre qué acciones llevar a cabo. Mantuvo contacto con los grupos tradicionales, pero se negó a restringir sus planes de acción. Jesse ganó mucho respeto al enfrentar y desacreditar a los Minute Men en estos estados fronterizos. También se involucró en organizar acciones de masas en la zona metropolitana de Los Ángeles. Cuando las cosas comenzaron a estallar, tomó el toro por los cuernos y organizó en su localidad, sin dejar de viajar por el país para reclutar apoyo a la huelga general. Los dirigentes fueran aquellos que sabían ser inclusivos y mantener el enfoque sobre el movimiento y las metas. Fueron elegidos por la historia, no por las fundaciones, los Demócratas o los burócratas gracias a lo que hicieron: organizarse en torno a demandas fundamentadas manejando una estrategia de acción de masas y políticas organizativas orientadas a crecer el movimiento.

Muchos de los grupos tradicionales organizados guardaron distancia, mirando con desprecio a los organizadores verdes y activistas recién llegados que improvisaban sobre la marcha, haciendo lo mejor que podían. Para Jesse, en cambio, todas las activistas eran bienvenidos, y se metió en el lío del caos y la confusión para jugar un papel clave en forjar un equipo. Jesse y los demás organizadores aprendieron a navegar en el espacio político democrático, con el resultado en Los Ángeles de un millón de personas marchando por las calles. El lema de Jesse era que “si haces esto por ti mismo, no mereces el respeto de los demás”. La izquierda liberal predicaba y practiaba la mal concebida “política identitaria” y su amor por el barrio —hasta día en que la gente del barrio tomara la dirigencia del movimiento—. De repente, a Jesse y a otros se les miraba con desdén. Jesse respondió llamando a Somos América “Somos Vendidos” porque se aferraron a la estrategia y tácticas del Partido Demócrata. Señaló a César Chávez como el Minute Man en jefe ¡porque denunció a la migra (el temido ICE) los migrantes que cruzaban las líneas de huelguistas del sindicato de obreros del campo (UFW) que él mismo encabezaba! En cambio, señalaba a Humberto “Bert” Corona como un líder más legítimo de los pobladores de Aztlán. Aquí en Boston, apegamos a la pauta de Los Ángeles en este sentido.

Ernesto Nevarez, él que mencioné antes, también asentó una historia noble donde jugó un papel central en el cierre del Puerto de Los Ángeles. Él organizó con el grupo que se autonombras como los troqueros, que son los camioneros que transportan los contenedores que entran y salen del puerto. Los contenedores se descargan de los barcos y se colocan en los camiones que viajan hacia sus destinos. Si los camiones se detienen, el puerto se estanca. Ernesto era despachador de radio y estableció relaciones con muchos Troqueros. Se organizaron reuniones conforme se avecinaba el Día del Trabajo con la finalidad de estar preparados para la acción y cerrar todo el puerto. El siguiente día, el 2 de mayo de 2006, Ernesto inició los preparativos para el siguiente cierre que tendría lugar al primer aniversario, es decir el 1 de mayo de 2007. A medida que se acercaba el Día del Trabajo de 2007, los Troqueros se prepararon de nuevo pero —como era de esperarse—, la Autoridad Portuaria hizo su parte: declararon día asuteo a todos los trabajadores del muelle, cerrando el puerto para el día. Nos esforzamos a volantear a los camioneros del puerto de Boston para inspirar interés en semejante proceso por acá. Un par de camioneros mostraron algo de interés, pero no llegó a nada, pero al menos hicimos el intento.

Los dirigentes más exitosos aprenden a navegar por los espacios políticos democráticos. Y aquí en los EE.UU. hay bastante espacio en donde desplazarse, a diferencia de América Latina donde el espacio político suele estar muy acotado, y a menudo los organizadores se ven obligados a actuar en la clandestinidad. En esos países, el espacio para discutir, decidir y actuar es oro molido, y debe ser protegido y usado. Sin embargo, ¡el espacio político a menudo es menospreciado aquí en la mismísima Nueva Inglaterra! Los que mejor saben navegar esos espacios políticos dentro de los movimientos sociales tienden a ser los mejores en manejarlo dentro de los sindicatos. ¿Te sorprende? Pues lo hice yo a lo largo de 23 años.

Muchos grupos por este rumbo no les gusta colaborar entre sí, y todavía menos con movimientos más amplios. Cada uno concibe a sí mismo como la vanguardia, ¡y los liberales y Demócratas son los peores en eso del vanguardismo delirante! Del otro lado de la moneda, no quiero decir que ni yo ni nadie más tenga un monopolio de las ideas correctas, ni tampoco que debamos excluir a los liberales de nuestras actividades. Tenemos que ser capaces de convencer a la gente que nuestras reivindicaciones tienen sentido, nuestra estrategia funciona y nuestras tácticas son capaces ganar victorias. Si no articulemos y convenzcamos con estos argumentos, estamos bastante inútiles. En California hay mayor unidad entre la izquierda organizada, en gran parte gracias a crecientes victorias —como si fuera una sorpresa—. Viví en California por siete años y atestiguo que es un mundo diferente. Por acá la izquierda a menudo se consume en mezquinas riñas de territorios, la mal llamada “cultura de cancelación” y la obsesión con la política “identitaria.” Lo que impulsó el movimiento angelino —y también bostoniano— fue apegarse a las demandas, la estrategia y las tácticas.

La revolución no se organiza en secreto, jamás fue así. Una dirigencia efectiva sabe cómo ganar, qué hacer a continuación y cómo convencer a la gente para que dé el siguiente paso. La victoria depende de la participación de masas, reivindicaciones, estrategia y tácticas. Mucho de lo que se necesita no se aprende en los libros, aunque hay bastante que sí. Mi consejo para ti es mantener los pies en la calle, los ojos en la meta, la cabeza en los libros y dirígite hacia las estrellas.

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